Tormenta

Aquella noche estaba sentado con mis amigos en la terraza, llovia un poco, era de esas lluvias constantes pero levemente impercetibles, de esas lluvias que durante los primeros minutos en los que estas bajo ellas sentis que el aire es mas puro, mas liviano, aire de lluvia. Me di cuenta que de los 4 que eramos solo uno tenía una campera impermeable, que imprudentes, pensé. Pero cuando me di cuenta de que yo solo tenía un pulover azul me di cuenta de que era el menos preparado para el torrencial que se estaba por venir.

22:00hs: La lluvia empieza a disminuir hasta que por momentos cesa completamente. Pero como sucede en las playas tsunámicas, la marea se retira unos cuantos metros solo para luego caer violentamente sobre playas, ciudades, viviendas. Ninguno de nosotros pudo predecir que el cielo venía por la retaguardia.
Uno de nosotros, creo que fue el Coyote, propuso que  aprovechemos el viento a favor y fuéramos a la casa de Sonia, que vivía a unas 20 manzanas de donde estábamos. Yo me mostré un poco escéptico, ya que si bien no llovía (casi) nada, el cielo se veía particularmente vasto y aterrador. Será que el Coyote tenía muchas ganas de sexo femenino, o quizás era el que se sentía mas seguro, puesto que era él el que tenía la campera rompevientos.
Sea como sea, fuimos.

22:30hs: Abandonamos la terraza, pero de camino a lo de Sonia hicimos una parada estatégica en la casa de Rico, un edificio antiguo de San Telmo con una hermosa fachada prolijamente cubierta por un andamio que servía de techo. Mientras abre la enorme puerta del edificio, Rico se da vuelta y nos dice: “Espérenme aca, que traigo un Branca de litro.” Esperamos. Rico era un hombre levemente robusto, de esos tipos que parecen duros, cordobés con ascendencia polaca, rubio, y como buen inmigrante de las sierras, fiel al Fernet con Coca. Podríamos decir que el problema empezó cuando cerró la puerta. En ese momento, como por un acto del destino, cayeron fuertemente gotas del cielo. Pero estas ya eran distintas a las anteriores, ahora eran gordas, pesadas. Ahora cuando estas bajo esta lluvia te da un poco de pudor mirar hacia arriba, porque ahora sentis muy bien cada gota que te pega en el cuerpo, y cada gota que te cae golpea fuerte cual escupitajo sagrado. Por supuesto, nosotros veíamos esto desde nuestro palco preferencial, ese nunca mejor colocado andamio.
Los tres que quedamos afuera empezamos a sentir la fuerza que soplaba. Lo miro a Chapa, que era el más sensato de nosotros. Me mira devuelta y dice: “Ultimamente las lluvias se están largando más de golpe”. Apenas dice esto se intensifica más todavía la cantidad de gotas que caía, y se orquestaba por los estruendos de las nubes, que tronaban bien fuerte sobre el cielo. Cuando Rico sale con la botella, de vuelta, como por arte de magia, disminuye la lluvia. Con el Coyote y Chapa no sabíamos que hacer, ya se empezaban a armar corrientes sobre la calle, y no nos animábamos a salir de abajo del andamio. Rico insiste en ir a lo de Sonia, que al parecer esta con dos amigas mas, Rita y Bianca. Decidimos aventurarnos.

23:00: La lluvia se vuelve constante, estamos a unas cuadras de lo de Sonia, que vive en Puerto Madero, intentamos cruzar uno de los diques pero la lluvia se hace muy fuerte y debemos buscar refugio. Chapa propone que nos refugiemos abajo de la grúa que está sobre la calle Independencia, es una de esas gruas bien grandes, pintadas de amarillo y naranja, que se usaban para bajar cargamentos de los barcos en la época del viejo puerto. Ahora simplemente sirven como un recurso estético del ostentoso barrio. La lluvia no parece disminuir, estar en la calle se siente como estar en la garganta del diablo. Para romper el frío del silencio Coyote dice: “¡Intentemos llegar a lo de Sonia, es muy peligroso seguir acá afuera!”. Mientras dice esto el dique empieza a rebalsar de agua, decidimos que lo mejor será cruzarlo, pero mientras lo intentamos una oleada llega desde el dique, en ese momento siento como mis pies se despegan del piso y soy arrastrado por el agua. El nivel del mar empieza a ascender a niveles que solo se ve en las peliculas de Hollywood. En menos de 5 minutos ya hay mas de dos metros de agua sobre la superficie. Dentro de la confusión siento escuchar algo. Es Chapa, gritándome: “¡La grúa, la grúa!”. Entre tanta agua interpreto perfectamente lo que me quiso decir, un metro sobre mi cabeza se encontraba uno de los barrales de la grua. Intento alcanzarlo pero es en vano, hasta que viene una ola y me impulsa unos metros hacia arriba y puedo abrazarme al milagroso pedazo de hierro. Luchando contra el viento y la lluvia consigo subirme a una de las escaleras que se encuentran en la parte superior de la estructura. Desde allí puedo ver a Chapa y a Rico a lo lejos, no hay señales del Coyote. Con mucho esfuerzo Chapa logra nadar hacia la grúa y logra agarrarse de una de las vigas que sostiene a milagrosa máquina. Me acerco corriendo hacia donde el estaba pero el viento me arroja al suelo y por poco caigo hacia ese océano que se estaba armando por debajo. Agarro uno de los cables de acero y se lo acerco, el logra agarrarse y logro subirlo a donde yo estaba. Rápidamente le pregunto si esta herido. Pero antes de responderme este se levanta intacto. La siguiente pregunta que le hago es si vio al Coyote, pero el ya está yendo hacia donde estaba Rico. Chapa es ese tipo de personas que tiene las prioridades muy marcadas, y sin responderte va al rescate de el débil o el herido. Le empieza a hacer señas para que venga a la grua, pero Rico estaba teniendo un ataque de pánico, no había forma de hacerlo reaccionar. Chapa intenta saltar al agua pero rapidamente se lo prohibo. Por suerte Rico ya empezaba a entender que tenía que venir hacia nosotros, pero había algo que no había notado. Una enorme ola de mas de 5 metros de alto se formaba detrás de el, intentamos advertirle pero fue en vano. La ola lo remontó y ahora venía hacia nosotros. Unos metros antes del impacto nos abrazamos al barral de la grúa. El agua nos cubre completamente y nos intenta empujar con una fuerza descomunal, pero la fuerza con que nos agarramos fue la justa y necesaria. Supongo que cuando un ser está al borde de la muerte puede hacer un uso de la fuerza mayor para sobrevivir, es como si no solo nos estuvieramos aferrando a un barral, sino como si nos aferraramos a la vida. Apenas pegamos la primer inhalada de aire vemos la horrorosa imagen de Rico impactando violentamente contra la base de la grúa. Cae al agua y flota inconsciente con la criminal marea. Ambos nos miramos y sabemos que solo hay una cosa despues de un golpe como ese. La muerte.

Continuará.